¡ Cómo bajar estrellas a la tierra alavesa !
Texto: José Ramón Elorriaga Zubiaguirre
Fotografías: Elohand
Publicado en: Blog Rioja Alavesa
Maridaje estelar con Valdelana: Una experiencia creativa
"La noche está estrellada
y titilan, azules, los astros, a lo lejos”
(Pablo Neruda)
Caía la tarde serenamente después de un día de calor. Nubes bajas anunciaban riesgo de lluvia. Pero el agua no llegó. Las nubes se evaporaron. Recordé lo que dice el Libro de Laguardia de 1880:
“En aquel tiempo, deseando el cierzo bajar a lo que era entonces Navarra y hoy Rioja Alavesa, se asomó a las empinadas crestas de la Sonsierra, y sacando la cabeza por los balcones de Herrera, Recilla, Toro, San Tirso y La Población, dijo para su capa (porque el cierzo nunca ha gastado capote). ¡Quién es el majo que se mete en esas honduras! Y mandó a sus hijos el relente y las brisas”.
LAS NUBES: un telón que al abrirse en la noche dejan paso a las estrellas.
Anochecía con la brisa fresca haciendo bailar las cepas. Desde el Balcón de las Variedades, allá en el Espuro, el paisaje produce una profunda sensación de belleza sosegada y viva. Era como si todo lo que abarcaba la vista fuese un colosal animal que se acostaba para descansar la fatiga del día.
El Ebro zigzagueando con orillas choperas, efectuando un generoso meandro para saludar al Balcón. Los últimos plateados de su manto, se arrugan en tenues ondulaciones. Lejos quedaron los días turbios y escandalosos que inundaron las orillas.
EL EBRO forma parte de esta crónica de una experiencia creativa.
Al fondo, la Sierra de Cameros y la Demanda se desdibujan en neblinas carmines. Hasta donde puede distinguirse, todo forma un mar de viñas sobre el que parece que uno vuela.
Llega la noche apagando unos sentidos y poniendo en alerta los otros, siempre más finos. Ahora pueden distinguirse las luces de los pueblos que salpican el horizonte. Da que pensar en la historia que a lo largo de los siglos, ha discurrido en esta fértil tierra.
Civilizaciones y culturas que desfilaron, no siempre en son de paz, sobre el suelo en el que ahora nos toca interpretar la vida a nosotros. La autopista del conocimiento a lo largo del generoso río Ebro. Culturas y razas de las que todosaprendieron. Pueblos de ayer y hoy, abrazados a la viña doblegando la tierra, hasta hacer de su pobre suelo, un fructífero jardín.
Ahora los animales de la noche iniciarán su ronda cazando y degustando las primeras uvas maduras. Primero saciaron la sed de todo el día, en las orillas del río.
Y cuando los sentidos nocturnos se despiertan y la lejanía desaparece entre tinieblas, uno se dio cuenta de dónde estaba. Era una estampa inédita. Estábamos entre viñedos, asomados a un paisaje repleto de vides que se deshacían del bochorno del día.
CON EL AGUR DEL SOL se preparaban las estrellas para ocupar el escenario de la noche.
En medio de gente joven, elegantemente vestida, que charlaba animadamente mientras degustaban una copa de vino. Sus caras escondidas entre máscaras venecianas, se movían lentamente en el complejo ideado por Juan Jesús Valdelana para impartir cultura del vino en toda su amplitud.
La máscara que me correspondió fue la del “dotore de la Peste” (qué casualidad). Algo difícil para beber porque su larga nariz lo impedía. Pude solucionarlo. Todo dispuesto con lujo y detalle para hacer el encuentro ameno, agradable e instructivo, a la vez que tres músicos ofrecían piezas de tono melódico.
Ardían lamparillas y se daban todas las facilidades a quien se quería abstraer, porque estábamos en plena naturaleza. En una balconada natural única, rodeados de viñas bajo una gran cruz que preside el lugar y envía saludos a los viñedos y a quien lo desee.
MÁSCARA: me correspondió la del “dotore de la Peste”…
Se sucedieron las copas y canapés en un ambiente distendido y jovial. Sería el relente refrescante o la magia del vino, porque enseguida afloró la alegría mientras los grupos se hacían más compactos.
Nos rodeaba la oscuridad y la luz de las lamparillas sacaba chispas a las máscaras venecianas. Todo indicaba que era una grata noche de verano. Los sentidos renovados por la penumbra despertaron a la nueva realidad, la del cielo abarrotado de estrellas. Un cielo rotundo, con estrellas refulgentes que abarcaban todo el firmamento y lo enmarcaban con un horizonte-cenefa de violetas oscuros… Alguna luz intermitente de ese escenario planetario se desplazaba entre las estrellas. Era un avión volando a gran altura.
Nos acomodamos en un espacio que representaba el más auténtico planetario posible. El anfitrión nos introdujo en una atmósfera anímica para lograr el objetivo del encuentro, el maridaje del vino con las estrellas.
Para ello utilizó el lenguaje del vino desde la pasión, el sentimiento y la emoción. Es así como él entiende su vocación por la viticultura. Desde la capacidad que el buen vino tiene de producir sensaciones profundas cuando uno se acerca a él con la disposición que todo sentimiento grato requiere.
EL ANFITRIÓN nos llevó a una atmósfera anímica para lograr el maridaje de vino y estrellas.
Juan Jesús Valdelana es un ejemplo claro de lo que anuncia como indispensable, porque a su labor técnica de experto elaborador, ha unido en armonía, el amor por el pasado histórico de la tierra que ha visto nacer a generaciones de su familia desde cientos de años, el esfuerzo de los inmediatos, sus padres, su esposa y el futuro depositado en manos de sus hijos.
Esta cadena existencial la ensambla con la tradición vitivinícola de Rioja Alavesa y muestra con orgullo su actual realidad en el universo del vino. Respeta y venera a los antepasados porque de ellos se ha heredado la cultura del vino para perfeccionarla y realzarla. Reconoce el valor que su pueblo, Elciego, tiene en Rioja Alavesa, productor tradicional de vinos reconocidos en todo el mundo por su alta calidad.
En este momento era primeros de Septiembre, cuando todos esperan una muy buena cosecha que en Rioja Alavesa puede llegar a los cien millones de kilos.
El anfitrión del encuentro consiguió cautivar la atención de los asistentes con sus referencias a la pasión, el sentimiento y la emoción que él mismo vive. Nos mostró una nueva manera de mirar el Paisaje cultural del vino y el viñedo.
Un artilugio electrónico, con una gran pantalla, nos aproximó el universo de las estrellas que brillaban sobre nuestras cabezas, destacando las que principalmente se requerían para entender la comunión que podían tener con la viticultura.
ESTRELLAS para entender la comunión que se da entre los astros que nos rodean y el vino.
Hay sabidurías milenarias que traspasan el tiempo regalándonos conocimientos, llenos de magia, que nos enriquecen como seres inteligentes y espirituales que somos. El ser humano, desde siempre, ha mirado al firmamento para entrar a dialogar con los astros e interpretar los mensajes que le ayudasen en su existencia.
La luna llena asomaba por Cerro La Horca, pálida y sedienta. Se detendría a beber en la balsa de Cerro Mesa Mayor que riega el término de Lapuebla de Labarca. Repostaba, antes de su hiperbólico recorrido para alumbrar la fantasía, las pasiones, los sentimientos y las emociones, en los pueblos de Rioja Alavesa.
LUNA LLENA sumando su magia al maridaje con vino y estrellas.
Juan Jesús refería conocimientos primitivos basados en razones de origen empírico, en los que se relaciona la posición de las estrellas en el firmamento con los ciclos de la naturaleza y las fases para el cultivo de la vid. Distintas civilizaciones han llevado como regla esta creencia y aún se practica en diferentes zonas del planeta.
Se reconoce desde tiempos remotos que la trayectoria de las estrellas y su configuración en el espacio forman parte de creencias culturales ligadas al “pensamiento mágico”.
A medida que avanzaron las explicaciones de Juan Jesús, se hacía evidente que sus palabras, el ambiente y el inmenso cielo estrellado sobre las cabezas, nos introdujo lentamente en la percepción personal mágica de las cosas.
Recordé que explosiones de estrellas hicieron llegar a la tierra elementos que han resultado imprescindibles para la vida. Llegados a este momento, cuando nos creíamos situados bajo un grupo de estrellas y constelaciones señaladas en el mismo cielo, comenzó el trance del vino desde sus orígenes. Dotados de una copa luminiscente al contacto con el líquido, nos identificamos con el desarrollo de un concepto que relacionaba una estrella con lo primigenio del vino, el mosto.
POLVO DE ESTRELLAS dicen que somos… ellas han sido imprescindibles para la Vida.
Explicó el origen y características y pasamos a la cata para confirmar la sensación anunciada. Así, incorporamos a la memoria sensorial un atributo más, la emoción de estar degustando con los sentidos, viviendo la comunión del efecto del líquido en la boca con la visión de las estrellas a nuestro alcance. Puede decirse que vivíamos un momento de inspiración cósmica.
De este modo, desfilaron estrellas con sus correspondientes explicaciones: Arturo, que es la tercera estrella más brillante del cielo nocturno y Vega que, siendo la quinta, llegó a ser en un período de la historia de la humanidad, ni más ni menos que la Estrella Polar.
LA MÚSICA juega un lugar importante en el encuentro creativo.
Ahora que la luna había progresado en su trayecto, el horizonte se había convertido en un nítido azul turquesa. Decía Juan Jesús que para no deshacer el esfuerzo de maridar el vino con las estrellas, “sólo una actitud amorosa hacia lo que se hace, puede llegar a provocar impresiones de delicada sensibilidad”.
Comentó que hablando de amores y enamoramientos, hasta las estrellas mantienen idilios que alguna constelación hace imposibles porque todas las noches impide que se acerquen, salvo una sola del mes de junio. Entonces aprovechó el auditorio para dar unas pinceladas sobre técnica y conocimientos básicos para degustar el vino.
Los detalles gestuales en la cata, así como los materiales que se utilizan, tienen una importancia primordial para llegar a extraer de él todo el lenguaje posible de sensaciones.
Se sucedieron las catas perfectamente espaciadas y servidas sobre el lucero de la copa que semejaba el reflejo de una estrella. Fue entonces cuando los hijos del Cierzo, el Relente y la Brisa, se mostraban con carácter. Se ofrecieron mantas de velada. Al frío se le unía la emoción del simpático trance en el que nuestro anfitrión nos mantenía con el maridaje estelar.
Altair, una de las más destacables del Hemisferio Norte, junto con Vega de Lyra y Deneb del Cisne, dibujaba el famoso “triángulo de verano”, que es una importantísima referencia estelar en el cielo. Bajo aquella bóveda celeste estábamos cada vez más compenetrados con el ambiente y el momento que estábamos viviendo.
El efecto de la oscuridad unido a la atmósfera tan original de catar estupendos vinos, rindiendo honores a las estrellas, era para todos los presentes una experiencia única jamás vivida. Todos somos sensibles al embrujo de las estrellas. Los esfuerzos de la vida parecen alejarnos de ellas, cuando, realmente, cada día nos aproximamos más a ellas en ese destino final de pasar a formar parte del universo del que procedemos, como un átomo más. El cosmos, ese espacio inmedible, del que sólo conocemos una parte diminuta y apenas algo de su misteriosa realidad.
UVAS estrellas / crecen en la viña/ simiente para la tierra / caen en tu copa / maceran tu alma.
Recordé que entre los presentes podría haber alguien queriendo distinguir el nuevo planeta recién descubierto y anunciado por esas fechas. Dicen que es muy parecido al nuestro y se halla alrededor de Próxima Centauri, la estrella más cercana del sol. Sabemos poco del cosmos, pero intuimos que interviene en nuestros destinos y en todo lo vivo. Somos biología y ciclos de la naturaleza y, por ello, parte indivisible del universo que nos rodea.
Corrieron entre el cosmos de nuestras neuronas interiores nombres como Polaris, Estrella Polar, o Estrella del Norte, las más brillantes de la Constelación de la Osa Menor, perdiéndonos en el brillo predominante de Sirio, Canopus, Alpha Centauri, Capella, Rigel, Procyon, Betelgeuse…
Procesábamos y degustábamos con los sentidos los diferentes vinos de Valdelana, todo con mesura, procedimiento y parsimonia que requiere una carta de vinos de calidad de Rioja Alavesa, que fueron desfilando lentamente por los sentidos elevados gracias a la comunión estelar.
Me retiraba cuando la noche había madurado, caminando hacia casa entre las viñas que se acariciaban con la brisa perfumada.
Me parecía increíble que se pudiera ver tan claramente en la noche. Las luces de las lamparillas del Balcón de las Variedades se iban apagando y las voces sustituidas por mis pisadas y el susurro de la parra.
Hacía mucho que no había abrazado estrellas.
En Elciego, mes de septiembre de 2016.
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